Una semana sin celular

Una semana sin celular

No, no es el titulo de una nueva película, ni el de un documental, es mi realidad desde el jueves de la semana pasada. Realmente no es de esas cosas que me pasen a mi pero me tocó, simplemente me baje del auto y se me cayó mi querido Galaxy SII del bolsillo directo  al agua que hay junto al cordón cuando llueve. Jamas rompí un celular, siempre me lo habían robado o simplemente habían cumplido su ciclo, hasta ahora, que se produjeron una cantidad espectacular de casualidades para que esto pase.

Al margen del hecho en si mismo, me surgió contar la experiencia de quedarse de un segundo a otro sin celular debido a que está en el aire en nuestra sociedad la idea de que es “la muerte” vivir sin él por un día o incluso por menos tiempo, como olvidarselo al salir de casa. Lo mismo se dice y se piensa de Internet. En mi caso no soy  dependiente a nivel personal de ninguna tecnología, pero si la utilizo para trabajar. Al margen de eso que no pongo como excusa y si bien la utilizo varias horas al día, no soy ni un adolescente ni un adulto que descubrió los avances del mundo hace seis meses. Yo crecí con la tecnología y con Internet y por suerte sé hacer un uso responsable de ella.

Ahora bien, lo que sentí voy a intentar graficarlo con un ejemplo. Los que me conocen dicen que no soy bueno dando ejemplos pero lo intentare una vez más. Supongamos que los humanos tuviésemos un tercer brazo (que perfectamente nos podría salir del medio del pecho hacia adelante). Seria una extremidad más que no nos seria de suma importancia para el desarrollo de nuestra vida pero sí que nos ayudaría. Al margen de la utilidad que cada uno le diera a ese tercer brazo lo cierto es que sería una parte más de nuestro cuerpo de la que preocuparse. Requeriría todos los cuidados y precauciones que exige el resto del cuerpo, seria igual de vital cuidarlo como cuidamos nuestra pierna derecha o nuestra oreja izquierda. Bueno, el celular sería ese hipotético tercer brazo, y en mi caso lo que sufrí es la amputación de esa deformidad extremidad.

Me sentí más liviano, literalmente (y no por los 116 gramos que pesa el aparato). Si bien no me llama nadie y no mantengo cientos de conversaciones por Whatsapp, sí tengo el celular permanentemente al lado o conmigo. Que si tiene bateria, que donde lo tengo que poner a cargar, que si hay señal, si enganchó el wifi, que si entró un mail, que la notificación esta, que el mensaje aquel, que si está en vibrar o hace ruido, que pongo para escuchar, que si el brillo de la pantalla es suficiente o innecesario, que donde lo apoyo, y un largo etcétera. Los dos primeros días sentía esa sensacion a flor de piel, ya hoy estoy acostumbrado. Y no, nadie murió.

En el único momento que lo extrañe fue cuando estuve  esperando algo y estaba solo. Alguna cola para pagar, sala de espera, viaje en micro o similares. También para escuchar música cuando iba en algún transporte o cuando salí a correr.

La conclusión o moraleja en la que podemos decantar es no pensar que el celular, Internet o cualquier otra tecnología no es algo necesario, si no un plus, algo útil que nos ayuda y nos facilita la vida diaria pero que de ninguna manera es algo necesario, incluso aunque tu trabajo dependa de ello.

Para finalizar y por si a alguien le importa el estado de salud de mi  tercer brazo lo único que no le funciona es el puerto de carga. De hecho siguió funcionando hasta que se le agoto la batería con total normalidad. Pronto estará de vuelta a mi lado.

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