Mensajería instantánea: podemos compartirlo todo, menos el contexto

No se a ustedes pero a mi si hay algo que no me cierra, algo que no me termina de convencer, es que una conversación por mensajería instantánea (MI) nunca jamás en la vida puede compararse a una conversación cara a cara.

Es verdad que no estoy diciendo nada que no se haya dicho, ni es algo difícil de deducir, pero hoy, ahora mismo, es el momento en el que más se utiliza este medio para comunicarnos con las personas, tanto con familiares y amigos como con desconocidos. Las cifras son determinantes. Y es por eso que me surge el planteamiento de si es “sano” el uso y abuso de este medio para conectarnos.

Es curioso porque a decir verdad una charla por MI es mucho más perpetua que una convencional. La conversación puede archivarse, enviarse por correo, ser capturada, copiada, etc. Las palabras parecieran tener mayor peso, ser definitivas. Sin embargo, tienen un no se qué que les resta importancia o las hace más efímeras según sea el caso. Si bien no creo que sea solo una cosa, gran parte de ese no se qué se llama contexto.

Sea la temática que sea en la cual se desarrolle el diálogo, es muy difícil (diría imposible) que las dos personas compartan un contexto similar. Lo cierto es que ambas personas pueden estar en sus puestos de trabajo, o en sus casas o incluso en el gimnasio, pero el contexto sigue siendo radicalmente diferente y creo que este es el punto.

El contexto no es solo el lugar o el ambiente. Con el contexto me refiero también a los elementos, las distracciones y las sensaciones del entorno. En la gran mayoría de los casos desconocemos por completo el contexto de la otra persona, simplemente nos lanzamos a hablar (escribir). Alguno más curioso que otro podrá pedir una descripción de la actividad actual de su contraparte, incluso alguno más desconfiado podrá solicitar una fotografía que confirme los dichos pero la realidad es que casi nunca se comprueba el contexto de la otra persona. Y lo peor del caso es que por más que lo intentemos nunca llegaremos a contextualizar la charla, por lo referido anteriormente y porque los estados de animo y los sentimientos no se pueden hacer tangibles ya que no podemos hacer uso de los sentidos para lograrlo.

A continuación jugare un poco con ejemplos, no es mi intención escribir una novela, solo se trata de un esfuerzo por contextualizar y que a su vez esto me brinde más argumentos para entender las dificultades de conversar mediante MI.

Discusión

Un ejemplo drástico sería el de una pareja discutiendo por Whatsapp sobre algún tema relacionado a los acontecimientos del día anterior ligados por supuesto a conceptos personales, problemas recurrentes, charlas inconclusas, etc.

Son las once de la noche, el hombre está en su casa completamente solo (ni mascota tiene), mientras que la mujer se encuentra en un restaurante de comida italiana con sus amigas. A ninguno de los dos le importa su paradero (preguntarlo seria dar un motivo más para la pelea o un síntoma de debilidad) porque la conversación se arrastra desde la tarde (cuando ambos estaban en sus trabajos, dato que saben).
Mientras el está en el sillón con una cerveza en la mano y se siente enojado e impotente, no puede dejar de ver el teléfono para estar atento al mensaje entrante y así poder responder rápido y descargar todos sus argumentos, ella está un poco pasada de copas riéndose a carcajadas de sus propios chistes con respecto a los mensajes que le envía su novio y que decidió compartirlos con sus compañeras de mesa.

Alguno podrá decir que entonces no se están peleando o que no seria tan importante la discusión. Pero la realidad es que en todo caso eso puede decirse solo del lado de la mujer, porque el hombre está  efectivamente inmerso en plena polémica y por lo tanto es una pelea, aunque solo sea importante para el. También podría ser una controversia importante para la mujer, aunque lo note más tarde o simplemente lo este camuflando o tomándoselo de otra forma que si estuviera sola en su casa.

Al margen de las cientos de variables que podríamos considerar, lo que denota la situación es que, primero, no se debería discutir (cosas que creemos importantes) por mensajería instantánea y segundo, refuerza el hecho de que el contexto sigue siendo cada vez más diferente ya que para el hombre que tiene todas las luces apagadas, no tiene distracciones de ningún tipo y conoce el “tono” de su pareja, eso es una pelea con todas las letras. Mientras que para la mujer que está de buen humor y tiene un compromiso presencial (y social) le parece que es un enojo pasajero de su pareja y no tiene demasiada importancia. La percepción de la situación es totalmente distinta y seguramente el concepto que les quede a cada uno de la charla va a influir también en los acontecimientos posteriores que sucedan entre ellos. O no.

Seguramente con la reflexión final sobre este ejemplo ya lo de drástico lo podríamos dejar de lado, porque seguro podrían escribir ustedes otros tantos ejemplos propios o ajenos de casos similares.

Amor

Ahora daré paso a otro ejemplo pero no tan drástico en cuanto a contexto se refiere.

Dos amantes jóvenes están distanciados cada uno en su casa después de un fin de semana consagratorio para sus sentimientos amorosos. Compartieron momentos importantes y es un domingo a la noche diferente, no gris, si no color de rosa.

Ambos están en su habitación completamente solos, rodeados de intimidad. Por un lado la joven tiene de fondo su música preferida y la tele sin audio donde pasan una película en ingles que no sabe cual es ni de que trata, mientras que por su lado el muchacho con solo la luz del velador del escritorio prendida dibuja sin prestar mucha atención figuras abstractas.

Están dirigiendo la conversación a algo serio y el hombre se predispone a mostrar sus sentimientos más profundos. Decidido empieza a escribir sin pensarlo demasiado ni escatimando en palabras. La chica empieza a recibir una cantidad asombrosa de texto y en pleno regocijo y re lectura de los últimos dos mensajes, el padre de ella entra sin golpear en la habitación y agitado le avisa (ordena) que baje a saludar a los abuelos que acaban de llegar y como gancho le dice que le trajeron un regalo muy especial.

La chica para no desobedecer y no mostrarse desinteresada para con la presencia de sus abuelos,  y aprovechando lo portable de su smartphone, baja junto a su padre.

Pueden seguir ustedes mismos la historia, pueden notar como el contexto que más o menos se compartía se rompe de un segundo a otro. La chica contestará entre los abrazos de su abuelo y los besos de su abuela. No podrá pensar con claridad ni con el tiempo necesario, o quizás no podrá decir lo que realmente quería decir o con la extensión o palabras que deseaba hacerlo.

Este ejemplo pone en evidencia la desgracia de la inmediatez, o la costumbre que tenemos (y exigimos) por la inmediatez. También demuestra cómo el contexto puede cambiar de un momento a otro, por cosas complejas o por cosas simples, como la llegada de nuestra mascota a nuestro lado o que se esté quemando la comida.

Conclusión

La inmediatez no garantiza satisfacción ni mucho menos. Con la MI en los smartphones pasa lo que no pasa con las llamadas telefónicas, video conferencias, incluso lo que no pasaba con la mensajería instantánea de hace una década (ICQ, MSN, chats, etc), a saber, tenemos una ignorancia total del contexto del otro y no controlamos ni compartimos lo imprevisible del cambio del mismo. Este mismo desconocimiento nos genera angustia, porque podemos esperar recibir una atención que no tenemos, o darle una importancia que no se demuestra, o simplemente desarrollar un tema con un carácter que no es reciproco. Y si a esto le sumamos los desplantes como el “visto” o la simple desaparición de la actividad de la otra persona que nos dejan en el aire, la angustia puede ser mayor.

Así que ya saben, la próxima vez que tengan algo importante o interesante que comunicar, piénsenlo dos veces antes de iniciar una conversación por mensajería instantánea.

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